No hay que hablar mucho para decir algo, ni decir explícitamente un “sí” para estar de acuerdo con algo.
El lenguaje es el medio de transporte para poder organizar, expresar, apropiarse, entender e interpretar la información que proviene de la realidad. Se trata de compartir e intercambiar ideas, conocimiento, sentimientos y experiencias. Así surge la necesidad de un uso adecuado del lenguaje, tanto en el ámbito cotidiano como en el científico; además de la necesidad de manejar los aspectos formales de la lengua y comprender la intención comunicativa.
El saber, saber hacer y el querer hacer son los 3 requisitos esenciales para poder llegar a ser un profesional de excelencia. Se puede querer hacer cierta actividad, pero quizás no se sabe cómo. Pero más allá de estos requisitos, está la capacidad real de transformar nuestro entorno social y laboral de forma positiva para alcanzar objetivos.
La comunicación conlleva a que podamos compartir ideas, pensamientos y sentimientos, que es lo que hace esencial la comunicación que tenemos día a día y que nos hace, por naturaleza, seres sociales.
Hay muchos tipos de competencias. Una de ellas es la comunicación, que sí, las competencias comunicativas son amplias, pero en general, son con las que nos relacionamos con las demás personas y nuestro entorno. Las competencias comunicativas se clasifican en: lingüística, paralingüística, textual, quinésica, proxémica y cronética.
La quinésica y la proxémica, sin dejar completamente de lado a la lingüística, van de la mano, por el simple hecho de hacer a nuestro cuerpo el centro de atención. Nuestros gesto, posturas, miradas, manos, etc. siempre están queriendo expresar algo, y al mismo tiempo, restringiendo límites para ciertas personas o, permitiendo para otras.
Es en el momento en el que entramos en contacto con las demás personas donde es vital tener el control sobre nuestro cuerpo, ya que, sin percatarnos, al comunicarnos verbalmente con alguien, podríamos estar diciendo otra cosa con nuestro cuerpo.
Nuestro cuerpo, literalmente, puede abrir y cerrarnos las puertas del éxito. Ser una persona de pensamiento cerrado no significa no escuchar ni comprender a los demás. La vida no es un “juego para un solo jugador”. Requerimos del apoyo que la sociedad nos pueda ofrecer, al igual que ella de nosotros, y que mejor entenderla correctamente.
Publicó:
Isaí Angulo Jiménez
En colaboración con:
Barrera Guzmán Julio César
Flores García Alan Yordan
Fuentes Garibay Mónica Ivonne
Rodríguez Reyna Diego David